La madre
La vida viene a nosotros y lo hace a través de nuestra
madre. Así como
nosotros tomamos a nuestra madre, tomamos a nuestra vida.
Todo lo que
criticamos de nuestra madre, lo criticamos también de
nuestra vida. Quien
se aparta de su madre, se aparta también de su propia vida.
Por eso la vida
Todas las relaciones posteriores, también las relaciones de
pareja,
reflejan la situación original con la madre. Es por eso que
no aporta mucho
trabajar más tarde directamente sobre una relación si antes
no hemos vuelto
a la relación con nuestra madre, de un
modo profundo y satisfactorio.
La cercanía a la madre
Existe un amor cercano, un amor muy cercano. El amor más
próximo que
Nosotros hemos experimentado fue el amor de la madre. Fue
para nosotros el
amor más cercano.
decepcionado porque nuestras expectativas son más grandes
que lo posible.
Aquí me sobrecoge una profunda compasión con las madres que
fueron
elevadas al cielo junto a Dios y, ahora cuidado, resulta que
ellas no son como
Dios. ¡Pobres madres! Ese amor decepcionado se transforma en
rechazo e
incluso en deseos de muerte. Cuando los niños quieren que su
madre muera
se trata de amor decepcionado.
Pero cuando los chicos le dicen a la madre: Tengo todo, yo
fui enriquecido con
tantos regalos!, lo cual es cierto, es la absoluta verdad,
de lo contrario ustedes
no estarían sentados aquí. Cada uno de los que aquí está
sentado ha recibido
todo lo que necesita para la vida, todo. Si también nosotros
aceptamos que
recibimos todo lo que necesitábamos para la vida podremos
decirle a nuestra
madre: “Es suficiente, alcanza.
Todo lo demás lo puedo buscar y encontrar en algún otro
lugar”. Entonces el
amor, un amor humano, un amor no exagerado podrá seguir su
curso y la
madre será libre.
El amor entre hombre y mujer
El otro amor cercano, la prueba para el amor, es la pareja.
Con frecuencia la pareja comienza con enormes expectativas.
El compañero es
elevado al cielo y recíprocamente uno mismo se eleva al
cielo. A eso lo
llamamos estar enamorado. Enamorado no se está sobre la
tierra sino en el cielo.
¿Pueden ustedes verlo en vuestra experiencia personal? Pero
no dura mucho
antes de que volvamos a caer
a la tierra. ¿Cómo? Decepcionados. El otro es
distinto de lo que esperábamos. Pero tal vez exista una
nueva pareja y el
enamoramiento vuelva a comenzar. ¡Alguna vez tiene que salir
bien! Estos son
sólo sueños de amor, ilusiones de amor.
Pero el amor permanece en la tierra, se queda abajo.
Entonces miramos a
nuestra pareja, así como ella o él realmente es, sin el
deseo de que ella o él
deban ser de alguna manera diferentes a como son. Amor es el
consentimiento
del otro tal como es, el consentimiento de su riqueza y de
sus límites.
Y entonces comienza
la felicidad.
Algunos piensan que existe el compañero ideal. Si yo lo
tuviese ¿qué pasaría entonces? Entonces yo no necesitaría hacer nada más por mi
mismo. El otro se encargaría de todo. Por consiguiente con el compañero
ideal me convertiré en un niño, nuevamente seré un niño.
Pero gracias a Dios el compañero ideal no llega y nosotros
debemos
conformarnos con uno común y corriente. Pero con frecuencia
los sueños de
tener una pareja ideal nos siguen persiguiendo.
Es decir, el amor está sobre la tierra y consiente al otro
tal como es. Este es el
inicio de la relación de pareja. Una relación común y
corriente. Pero cuanto
más profunda ella es, cuanto más sobre la tierra ella está,
más profunda es su
fuerza.
La sede del amor
Yo
quería hoy decir algo sobre la vida, aunque la vida y el amor van de la mano.
Si
buscan dentro de ustedes, en vuestro cuerpo: ¿Dónde experimentamos la
fuerza
vital con más fuerza, la verdadera fuerza de vida? Vayan de arriba hacia abajo,
de
la cabeza a los pies, cada vez más abajo. ¿Dónde se encuentra la fuerza vital,
dónde está
la fuerza vital creativa? ¿Dónde vive Dios en nuestro cuerpo? Bien abajo, por debajo
del vientre se concentra la fuerza vital, la profunda fuerza vital. A partir de
allí ella
sube y baja, una y otra vez. Ella concentra su fuerza en la profundidad, bien
abajo. Así
sucede con el amor. El se encuentra bien abajo, allí está concentrado. El se
A
partir de allí el amor sube hacia la luz. Recién cuando amamos a nuestra pareja
desde esas profundidades somos –en ese amor- uno con ella, solamente allí, en esa
profundidad, al servicio de la vida.
Ahora
con ese amor miramos a nuestra pareja. Bien de abajo, con la totalidad de su
irresistible fuerza creativa y –entonces- recibimos el amor de nuestra pareja
que también
viene de su profundidad.
En
este sentido, si lo pensamos y sentimos hasta el final, para el hombre deja de
tener
importancia qué mujer él tiene. Y para la mujer deja de tener importancia qué
hombre
ella tiene. Lo único importante es: una mujer. Lo único importante es: un
hombre.
Esto es lo determinante. Esto yace bien abajo y posee toda la fuerza. Recién a partir
de allí se desarrolla todo lo demás.
Igual
que una raíz que se entierra profundamente y a través de la tierra puja
hacia
arriba y crece, florece y da fruto. Pero esto solamente es posible desde abajo.
Una flor
arrancada se marchita.
¿Pueden
seguirme? ¿Pueden percibirlo? Y entonces el amor se convierte en
fuerza
vital. Ninguna otra expectativa, ninguna ilusión, solamente caminar junto a un
movimiento que continúa y trae la vida que nos hace avanzar.
Caminos equivocados de la vida y del amor
Quisiera
decir algo más sobre los caminos equivocados de la vida y los caminos
equivocados
del amor.
El
camino equivocado de la vida se aleja del suelo. Este es el camino equivocado
de
la vida.
Ahora
miren ustedes a las personas que quieren elevarse, personas que quieren
llegar
al cielo, que quieren iluminarse, que quieren alcanzar lo último y lograr
plenitud
espiritual.
¿Dónde están ellos? ¿Están sobre la tierra? ¿Están vivos? ¿Están unidos a la vida
o se alejan de ella?
¿Dónde
se encuentra lo espiritual en nosotros? Bien abajo en nuestros genitales.
Allí
se ha asentado lo espiritual. Sin el sexo nosotros perdemos la conexión con
cualquier
fuerza creativa.
La
conexión espiritual más profunda que existe, la más grande revelación de
Dios
es la conexión directa con los movimientos de la vida en nuestro cuerpo en todo
momento.
Esa conexión requiere de nosotros la más profunda concentración. No para arriba,
la concentración va hacia abajo a los movimientos que mantienen la vida y la hacen
avanzar. Por ejemplo, en la relación de pareja en la que hombre y mujer se
unen.
Yo
pienso: ¿Cómo puede ser un hombre espiritual sin una mujer? ¿Dónde está
él?
¿Sobre la tierra? ¿Cuánta fuerza tiene? ¿Qué sabe él de la vida y del amor? Todo
lo demás
es en comparación poca cosa, muy poca cosa.
La
concentración en la profundidad de la vida en nosotros y en sus movimientos
de
increíble abundancia surgidos de la interacción de fuerzas creativas la
experimentamos
en nuestra profundidad. La experimentamos en nuestro cuerpo, en la profundidad
de nuestro cuerpo. De allí viene ese movimiento de vida en conjunción con toda
otra vida, porque en definitiva se trata de la misma fuerza que actúa en toda
vida.
El
poder ir con ese movimiento de vida que incluye a toda la otra vida, es amor.
Él es el verdadero
amor, lleno de fuerza, pleno y feliz.
¿Dónde
se encuentra entonces la felicidad? Aquí está, en la absoluta
profundidad.
Berth Hellinger
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